domingo, 9 de abril de 2017

El gran Gatsby de Francis Scott FITZGERALD

Leí este libro hace ¿25 años? ¿30? y ahora, hace tres semanas, en Doñana. Realmente no quería leerlo, quería volver a leer “Fiesta” del viejo Hem. Como tantas veces, busqué un libro en mi biblioteca y no estaba. Nada. No recuerdo en qué edición leí “Fiesta”, creo que un tomo rojo con tejuelo verde de Planeta de Premios Nobel. ¿En el instituto? Más años entonces. Tampoco recuerdo en qué edición leí “El gran Gatsby”, lo cual me cabrea bastante, debería de recordarlo.


Mi libro favorito de Fitzgerald es, sin duda, “Hermosos y malditos”, tal vez el más completo manual de autodestrucción que se haya escrito. Ruinas jóvenes que se destrozan con esa extraña mezcla de encanto y belleza y dolor que cuando envejeces contemplas sorprendido y apenado.




Entonces, aquel lector que fui yo, pensó que “El gran Gatsby” era una novela con una extraña perfección técnica pero con menos valentía, con menos vida y que no llegaba tan lejos como “Hermosos…” Supongo que la leí después y me pareció más pulida y menos brutal, menos interesante para quien siempre prefirió la intensidad a la técnica, porque siempre preferiré la vida a la literatura o quizás, la literatura hecha con vida. Y ahora no. Ahora la lectura ha sido diferente y me ha convencido más y mejor que la otra vez. Me ha parecido una novela más compleja, muy bien escrita pero no tanto como recordaba y más valiente, profunda y bonita que el recuerdo que tenía de ella.


Los ricos, el amor, la muerte. El absurdo de unas muertes y el precio de otras. Las diferencias de clases y entre clases que tanto les cuesta ver como algo político a los norteamericanos. La ingenuidad y a la vez la precisión con que narran esto y la honestidad y claridad de su lenguaje. Esa literatura americana que cuenta y cuenta, tan sencilla, tan enormemente difícil y tan deliciosa.




No me gustan las colecciones de libros. Ninguna. Mentira. Cuando tenía veinte años deseaba con ese ardor de los veinte años la Biblioteca de Plata de Círculo de lectores que prologaba —ejem— Vargas-Llosa. Es tal vez, la única colección que, con el tiempo, he ido completando. Complejos de lector de barrio. Ahora, al releer el prólogo veo la cabecera de El País, la misma altanería, el mismo tono condescendiente, el mismo juicio falso y siniestro. Mucho mejor el epílogo de Michi Panero, sensato y cariñoso con Fitzgerald.

“El gran Gatsby” sorprende en su relectura por su calidad, por su frescura y por lo bien que ha pasado el tiempo por ella. Gran novela, gran autor.

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